Cuántos no hemos sido testigos de los discursos organizacionales que le venden a sus empleados un paraíso detrás de sus puertas? Donde se ensalzan ideas de “el lugar que soñamos” pero realmente ¿es el sueño de quién? Así como existe el GreenWashing creo que existe el Endowashing (no sé si ese sea el término, pero que existe, existe!).
Recordemos que el GreenWashing es esa práctica de mercadeo donde las marcas se muestran como comprometidas a causas sociales (especialmente ecológicas), pero en realidad no lo hacen y es sólo para quedar bien con los demás… eso mismo pasa a nivel de ambiente laboral, donde algunas organizaciones se jactan diciendo que son un buen lugar para trabajar pero la realidad es otra.
La tendencia de aplicar Endomarketing es relativamente nueva, donde las marcas buscan que los empleados quieran a sus empresas y se conviertan así en los primeros embajadores de ellas… regalan obsequios con la marca, envían tarjetas “personalizadas” de cumpleaños, “felicitan frente a todos y castigan en privado”, preguntan mucho “qué sueñas lograr aquí” eso sí que es constante y comparten “todos” sus procesos y tomas de decisiones con los empleados porque “somos una gran familia”… el asunto es que incluso las mejores familias tienen sus propios intereses y es allí donde se desvirtúa “el lugar que soñamos”.
Es hora de pensar en un proceso que en verdad humanice las relaciones con los empleados. El Salario Emocional que está tan de moda y de lo que se jactan muchos jefes, se convierte al final en regalos hipnotizantes y mezquinos que se sacan en cara el último día en que puedes ser útil para la organización. Hasta ahí llega lo humano y lo soñador de ese espacio.
Lo principal que necesita un empleado para sentir que la empresa lo ha valorado y respetado, no son discursos sacados de una tarjeta de Hallmark, se trata de consideración y empatía con su historia personal. Nadie es completamente imprescindible, eso es obvio, pero cuando han sido relaciones de años, donde ha sido más el tiempo y dedicación el brindado al trabajo que a la misma casa, lo mínimo que se espera es cierta humanidad a la hora de terminar ese vínculo.
No seamos como esas malas relaciones amorosas que terminan por un mensaje de texto o una llamada. Tengamos el coraje como empresarios de hablar con esa persona que nos ha dedicado días, noches, ideas, compromiso total y decirle el porqué de esa decisión. Procuremos que no sea “de un momento para otro”… eso es humillante e inhumano, bloquea a la persona emocionalmente y le impide elaborar el proceso de manera sana. Seamos respetuosos y nunca olvidemos que nadie tiene el puesto asegurado, a menos que seas el dueño, e incluso a ellos también les ha tocado ser empleados… no olvidemos nuestros orígenes, porque eso no lo olvidará quienes han sido humillado.
Hablemos de salud mental y emocional, hablemos de gratitud y respeto, hablemos de humanidad.
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