Parte de las características de esta pieza de imitación es que su material no es natural, y su precio va desde los $10.000 hasta los $15.000, una cifra muy diferente del sombrero original que no baja de $40.000 e incluso llega a los $400.000 (el de 27 vueltas).
La polémica se genera entonces desde la comunidad indígena del Zenú donde se fabrican originalmente por familias artesanas, quienes pasaron de vender 200 unidades a sólo 60 en la reciente temporada vacacional.
Obviamente se ha solicitado la intervención del gobierno nacional para proteger este elemento propio de la idiosincracia de la región y símbolo además de la cultura (parte de ella) colombiana. La medida que el gobierno ha propuesto, es la prohibición de la importación de este producto al país, porque lo que está circulando finalmente es legal y no se puede detener su comercialización.
UN POCO DE CONTEXTO...
Para nadie es un secreto que la producción China ha invadido el mundo con las imitaciones más increíbles, incluso, han tomado la delantera con muchos productos que inicialmente se producían en Estados Unidos o Europa.
A partir de su estrategia de "ingeniería de inversa" para los productores chinos es fácil entender la forma de desarrollar cualquier producto, obviamente variando su calidad para garantizar los mejores precios. Sin embargo, es falsa la idea de que "todo lo chino es malo", desgraciadamente lo que el mercado Latinoamericano puede comprar es lo de calidad inferior.
El mercado chino maneja tres tipos de calidades: A - B - C (por darle un nombre común); la categoría C es la que países "en vía de desarrollo" pueden acceder y su calidad es baja; la categoría B está destinada a los mercados europeos y algunos norteamericanos (lo que normalmente compramos en Colombia como "americano") y la categoría A es de calidad premium, muy superior y está destinado al consumo interno, algo que los países latinoamericanos no concebimos, ya que el consumo interno es de mala calidad en comparación con lo que se exporta diariamente (sino, los invito a tomar café en otro lugar del mundo).
En el caso del sombrero, Colombia no es la primera "víctima" de la imitación, países como México, Estados Unidos, Panamá han visto sus símbolos emblemáticos imitados por los asiáticos, específicamente por los habitantes de la población de Zhejiang, donde se especializaron en este tipo de producto.
Un sombrero de los nuestros tiene un costo de producción en China de U$0.55, menos de $1.000 colombianos, lo que pone en jaque la producción nacional.
ANALIZANDO DESDE LA OBJETIVIDAD
Con el contexto del mercado que está entrando en las calles colombianas, es importante mirar este tema con objetividad desde el ojo crítico de marketing, dejando de lado los fervores del sentimiento patrio y etcétera.
Primero que todo tengamos en cuenta que Colombia buscaba desde hace muchos años figurar en la lista de países del mundo, que aunque suene raro, mientras no sea atractivo por algo, nunca dará de qué hablar, ya lo consiguió y ésta es parte de las consecuencias.
Pero, cómo entra el "sombrero vueltiao" al contexto de China? Muy fácil, con la imagen del expresidente Bill Clinton por todo el mundo utilizando el famoso sombrero, a partir de ese momento el producto entró en los ojos de los chinos y era de esperarse.
Ahora, puntualicemos algunos detalles para tener en cuenta frente a esta polémica:
- Convertirse en referente turístico para el mundo, implica que quien pueda busque como beneficiarse de los detalles del país a nivel de artesanías, alimentos y otros puntos que generan comercio.
- El sombrero de la discordia es una imitación plástica, que no tiene ni la calidad ni el detalle de los originales.
- Otro sombrero que ha aparecido en el panorama es denominado "promocional", está elaborado en tela sintética y estampado con los motivos del original, incluso se ha utilizado en carnavales del país.
- Quien compra la imitación jamás estaría dispuesto a pagar por el original, no tiene ni el dinero ni el interés, así que es un mercado diferente.
- Si bien el precio del original es exorbitante, también es claro que su valor no lo es, ya que representa la cultura artesanal de toda una región. Estamos contando eso a los turistas que nos visitan?
- Este tipo de productos se venden por temporada, en diciembre muchos de los que viajan, no tienen para darse lujos con accesorios costosos. Hay que ver la idiosincracia del país para generar un contexto.
Por supuesto no apoyo la piratería, tampoco los productos importados por encima de los nacionales, pero cuando un producto o una marca empieza a ser imitada es un medidor claro del impacto de ese producto o marca; de lo contrario, pasaría desapercibido en las tiendas (exclusivas o no).
Antes de entrar a satanizar a la producción china y su visión de negocio, al TLC, al gobierno, a los turistas que compran barato así sea imitación o al capitalismo salvaje que no respeta las tradiciones, es hora de preguntarnos como gerentes de marca ¿qué tan preparados estamos para ser el objetivo de las miradas en el mundo?, esas miradas traerán consigo críticas, aplausos, deseos de imitar, deseos de censurar, traerán cambios positivos y negativos. No se trata de volver a una política proteccionista, se trata de construir y educar con argumentos al comprador nacional y extranjero.
Para muchos la respuesta debe ser registrar la marca del Sombrero Vueltiao. Primero, el registro debe ser desde la marca tridimensional donde los detalles de tamaño, forma y materiales no deben cambiar, esto limitaría la magia de la artesanía donde cada pieza es única por sus pequeñas variaciones, así que descartado.
Segundo, quién es dueño de la marca? El gobierno, los indígenas, Artesanías de Colombia, los comerciantes? Aún no existe siquiera una agremiación que puede determinar quién es dueño de qué diseño. Pasa (y pasará lo mismo) con las tradicionales chivas paisas, "yipaos" cafeteros, carrieles, ponchos, alpargatas, sombreros aguadeños, ruanas y demás elementos de nuestra cultura.
Es hora de salir de la zona de confort en que ha estado inmerso el país y sus productores. Es hora de entender que allá afuera prima el dinero por encima de la cultura y las tradiciones, ¿debemos dejarnos vender entonces? No! Pero es hora de pensar con cabeza fría, no como artesanos o campesinos sino como productores de cultura y país.
No tiene nada de malo pensar en nuestros productos como elementos para comercializar, pero antes de eso debemos preguntarnos como colombianos y como fabricantes ¿Qué estamos vendiendo?, ¿productos o historias?... los productos se imitan y muy bien! Las historias no, no se imitan y además crean conexiones.
Qué están vendiendo nuestros indigenas en la costa? Sombreros o Tradición e historia? Si los turistas sólo ven sombreros, el problema es nuestro, no de ellos. Y es hora de reflexionar.
Antes de pensar en el registro de diseños y marcas ante un ente gubernamental internacional, es hora de pensar en la forma de registrar esos elementos en la mente y en el corazón de turistas nacionales y extranjeros, que entiendan que con cada artesanía se llevan un pedacito de la historia de Colombia y sus pueblos para ser homenajeados en otras tierras. Ese es el registro que realmente vale!
*Esperemos que los motivos que mueven esta polémica entre los grandes "defensores de la cultura colombiana", sean tan nobles como los presentan y no otras motivaciones de orden económico para ellos (para nadie es un secreto el valor de una artesanía en un local comercial "aprobado" y lo que realmente le pagan al artesano por su producción). Al parecer el dolor está dado en parte porque el chino resultó más vivo y sacó provecho antes de sacarlo nosotros mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario